viernes, 16 de mayo de 2014

Ver a Jesucristo en una tostada, una explicación psicológica más amable

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Según el nuevo estudio, creer reconocer un dibujo del rostro de alguien, por ejemplo el
típico con el que se representa a Jesucristo, en los rasgos aleatorios de por ejemplo
las zonas claras y oscuras de una tostada, de por sí tan solo refleja el funcionamiento
normal del cerebro del observador y el papel activo que la corteza frontal ejerce
en la percepción visual. (Imagen: Amazings / NCYT / JMC)

El caso se repite de vez en cuando. Alguien, normalmente con creencias religiosas, se encuentra de repente 
con que un objeto cotidiano sujeto a cambios de textura o de color, como por ejemplo la tostada recién hecha que saca de la tostadora y que ha quedado más oscura en unas zonas que en otras, o una zona de la pared en la que se ha formado un conjunto de manchas de moho por la humedad, presenta un patrón de rasgos que le recuerda al dibujo de una cara humana, e incluso la identifica como la de Jesucristo. En otras variantes del fenómeno, un fan de Elvis Presley identificará los rasgos como un dibujo de su ídolo. Y otras personas creerán reconocer otras caras dibujadas.

Cuando estos casos se publicitan activamente, más allá de como meras anécdotas, casi siempre se acaba cayendo en el sensacionalismo esotérico, y debido a ello se ha creado una imagen muy negativa de cualquiera que, aún sin creer en ninguna interpretación sobrenatural ni darle mayor importancia a la anécdota, afirme que los rasgos de una tostada o del moho de la pared le recuerdan a la cara de alguien. Mucha gente teme ser tildada de chiflada si confiesa tales asociaciones mentales; de ahí que sea reacia a relatar sus experiencias con ese fenómeno psicológico que, según los resultados de un nuevo estudio, es mucho más común de lo que se ha venido creyendo.

La investigación realizada por el equipo del profesor Kang Lee, de la Universidad de Toronto en Canadá, sugiere que el fenómeno, al que se llama pareidolia facial, es tan común porque los cerebros humanos están excepcionalmente bien adaptados para reconocer caras, de manera que incluso cuando sólo existe una ligera sugerencia de formas faciales, el cerebro automáticamente interpreta que lo que allí está presente es el dibujo de un rostro.

Aunque este fenómeno ha sido conocido durante siglos, poco se sabe sobre los mecanismos neuronales subyacentes que lo causan. En este nuevo estudio, que es el primero de su tipo, el equipo de Lee estudió escaneos cerebrales y respuestas de comportamiento en sujetos que veían caras y letras en diferentes conjuntos de rasgos ambiguos. Estos investigadores han descubierto que la pareidolia facial no se debe a una anomalía cerebral o a una imaginación exacerbada, sino que está causada por el trabajo especializado de la corteza cerebral que ayuda a generar expectativas y envía señales a la corteza visual posterior para "amplificar" los estímulos procedentes del mundo exterior y mejorar su interpretación y la detección de lo que se busca.

Los investigadores constataron también en los experimentos que se puede inducir a la gente a ver imágenes de clases diferentes, como caras o letras, en conjuntos de rasgos ambiguos, por el mero hecho de alimentar sus expectativas sobre lo que van a encontrar. Si se les dice que en una imagen abstracta hay caras ocultas y que deben buscarlas, las encontrarán. Si se les dice que en la misma imagen abstracta hay letras ocultas y que deben buscarlas, las encontrarán también. Todo depende de lo que esperen ver, que a su vez activa partes específicas del cerebro que procesan tales imágenes. En principio, casos como el de ver a Jesucristo en una tostada reflejan tan solo el funcionamiento normal del cerebro de esa persona y el papel activo que la corteza frontal ejerce en la percepción visual. (Otra cosa, por supuesto, es la interpretación que el sujeto le dé a lo que ve, un terreno en el que sí pueden manifestarse trastornos).

En vez de la frase "Ver es creer", los resultados del nuevo estudio sugieren que bastantes veces es justo lo contrario: "Creer es ver".

Los diversos tipos de asociación mental de rasgos ambiguos con cosas conocidas son los que nos permiten reconocer siluetas en las manchas de tinta del test de Rorschach, o los que les permitieron a los observadores de la antigüedad reconocer figuras formadas por estrellas en el firmamento y establecer así las constelaciones.

Así pues, si mañana vemos en una tostada un conjunto de rasgos que nos recuerde a un dibujo de Jesucristo o de cualquier otra persona, eso, por sí solo, no significará que padezcamos un trastorno mental. (NCYT)

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