La conexión de Nest permite monitorizar el aparato y regularlo según necesidades y picos de demanda eléctrica
POR PETER FAIRLEY TRADUCIDO POR LÍA MOYA
La compra de Nest Labs por parte de Google en enero de este año por 3.200 millones de dólares (unos 2.300 millones de euros) colocó el internet de las cosas en el mapa. Todo el mundo había comprendido vagamente que conectar objetos cotidianos con internet podría ser algo grande. Y aquí teníamos la factura desorbitante que lo demostraba.
Nest, fundado por antiguos ingenieros de Apple en 2010, había conseguido convertir el humilde termostato en un aparato de diseño conectado a internet. Para este año Nest ya vende 100.000 unidades al mes, según cálculos de Morgan Stanley.
A 249 dólares por aparato (unos 182 euros) es un buen negocio. Pero más interesante resulta el negocio en el que se ha metido la empresa desde mayo del año pasado en Texas (EEUU), donde una compañía eléctrica de Austin paga a Nest para poder apagar el aire acondicionado de las casas a distancia y así ahorrar energía los días de más calor del verano, justo cuando la electricidad es más cara.
Las eléctricas llevan tiempo pensando que la posibilidad de esta "adaptación a la demanda" es lo más importante para la red, porque si se puede reducir el consumo lo justo en los picos de demanda, las compañías podrán evitar tener que poner en marcha centrales de refuerzo que además de ser caras, contaminan.
La adaptación a la demanda es un buen truco. El termostato de Nest lo consigue combinando dos cosas que suelen ir por separado, la información sobre precios, y el control sobre la demanda. Son los consumidores quienes controlan el aire acondicionado, calentadores y calderas que dominan en consumo energético doméstico. Pero el coste de la energía puede variar muchísimo, de maneras que los consumidores apenas pueden intuir y sobre las que no tienen ninguna influencia.
Aunque las eléctricas suelen usar la adaptación a la demanda en el caso de los clientes comerciales, por el momento los clientes domésticos han demostrado muy poco interés. La diferencia que ha marcado Nest Labs es que ha conseguido crear un dispositivo popular. "Hay muchos termostatos digitales conectados a internet, pero Nest ha sido capaz de crear un concepto alrededor del termostato. Han creado algo con lo que la gente se identifica", afirma la experta en adaptación a la demanda y directora del Departamento de Tecnología de la Construcción y Sistemas Urbanos del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, Mary Ann Piette.
Una vez instalado, Nest empieza a hacer su trabajo de verdad: recopilar información. Cuenta con un detector de movimiento, sensores para temperatura, humedad y luz; y algoritmos que aprenden las preferencias y costumbres de los habitantes de la casa y pueden programar la calefacción y el aire acondicionado. Una conexión wifi le proporciona datos meteorológicos y permite al usuario controlar el sistema a través de un teléfono o un navegador web.
Los datos sólo son el principio. Igual que Google aprovecha lo que sabe sobre ti en forma de herramientas para los anunciantes en la web, Nest aprovecha sus capacidades para crear nuevos tipos de servicios para las compañías eléctricas. "Podemos ir a una eléctrica y decir: Tenemos muchos clientes en la zona a la que sirves que ya tienen un Nest", explica el director de productos energéticos de Nest Lab, Scott McGaraghan. "Y así podemos trabajar juntos".
La compañía eléctrica municipal de Austin, Austin Energy, es una de las cinco eléctricas que se han apuntado al servicio de Nest Labs llamado Rush Hour Rewards (recompensas por las horas punta). El aire acondicionado supone la mitad de la demanda eléctrica en Texas los días de calor y esa demanda de aire frío hace subir el coste al por mayor de la electricidad de menos de 40 dólares por megavatio hora hasta muy por encima de los mil dólares (de 29 a 730 euros aproximadamente).
Hace un año Austin Energy empezó a ofrecer un único descuento de 85 dólares (unos 62 euros) en la factura de los clientes que les permitieran apagar su aire acondicionado usando los termostatos inteligentes que venden Nest y otras empresas. Cada fabricante de termostatos gana 25 dólares por cada termostato que apunta al programa (unos 18 euros) y otros 15 dólares por termostato cada año que sigue (unos 11 euros).
La "gran mayoría" de los 5.500 termostatos que se han apuntado hasta la fecha son de Nest, según la ingeniera de Austin Energy que dirige el programa, Sartah Talkington. Nest calcula que aproximadamente la mitad de sus clientes se apuntarán a la adaptación a la demanda cuando se les ofrezca esa posibilidad.
Talkington explica que ya a finales del verano pasado se podía registrar en el portal de Nest y con unas pocas órdenes reducir la demanda del día siguiente en casi 5,7 megavatios. Esta cifra podría parecer nimia en comparación con los 2.800 megavatios que a veces circulan por la red de Austin, pero cada vatio cuenta. En días calurosos como el 3 de septiembre de 2013, cuando la temperatura alcanzó los 40 ºC el coste de la energía subió hasta un récord de 4.000 dólares por megavatio hora (unos 2.900 euros).
Austin ya había hecho una prueba con la adaptación a la demanda doméstica, mediante mensajes enviados a los clientes (a los que estos no podían responder) para que encendieran o apagaran el aire acondicionado. Pero la compañía no tenía forma de saber si los clientes estaban en casa, así que no podía apagar los aparatos durante demasiado tiempo. Nest, por el contrario, crea un modelo térmico de cada casa y predice cuánto tardará en calentarse. Además puede deducir si hay gente en casa. El resultado, según McGaraghan, es que Nest puede maximizar el ahorro energético y minimizar las molestias para los usuarios.
Talkington predice que se apuntarán suficientes hogares al programa residencial como para ahorrar más de 13 megavatios mediante la adpatación a la demanda este verano. Aunque a Austin este programa le cueste 2 millones de dólares en descuentos (unos 1,4 millones de euros), es más barato que aumentar la oferta eléctrica mediante la construcción de un generador de gas natural. Según el codirector de la incubadora de energías limpias de la Universidad de Texas en Austin, Michael Webber, una nueva fuente de energía cuesta de 500.000 a 4.000.000 de dólares por megavatio de capacidad, dependiendo del tipo de central que se construya (de 365.000 a 2.900.000 euros aproximadamente).
Webber cree que en los próximos cinco años "la amplia mayoría" de tejanos tendrán termostatos inteligentes. Y Nest sabe que a quienquiera que sea el primero en crear la red puede tocarle la lotería, sobre todo teniendo en cuenta que otros dispositivos que consumen electricidad, como los coches eléctricos y los calentadores de agua también se conectarán.
Con el tiempo, los efectos de la adaptación a la demanda podrían ser importantes. El programa de Austin está diseñado para gestionar la demanda sólo durante las 50 horas anuales en que el consumo eléctrico pone a prueba a la red. Pero si la adaptación a la demanda pudiera ampliarse hasta cubrir las 300 ó 400 horas de uso máximo, podría cargarse el mercado de las centrales creadas para abastecer los picos de demanda, centrales de gas que entran en la red sólo para vender electricidad cara. "Hay una cantidad de dinero muy importante en juego", afirma el director ejecutivo de Integral Analytics, un fabricante de software de análisis de red, Tom Osterhus. "Son miles de millones". (MIT)
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