El reto es muy ambicioso y un sector de la comunidad científica lo consideró imposible: Lograr llegar a la velocidad de 1.000 millas por hora (unos 1.600 kilómetros por hora, o Mach 1,3) circulando por tierra en un automóvil. Por supuesto, tanto el singular automóvil supersónico como la pista sobre la que deberá correr son especiales.
Lo que el equipo de científicos e ingenieros del proyecto BLOODHOUND Supersonic Car aprenda o invente para superar este reto tendrá luego aplicaciones prácticas en muchos campos, pero obviamente si la hazaña principal se logra, el éxito del proyecto será total y rotundo, no solo batiendo un récord impensable de velocidad para un vehículo terrestre sino también alzándose como un ejemplo espectacular de ciencia-ficción convertida en realidad, y de tenacidad tecnológica para hacer posible lo imposible.
Es evidente que los desafíos aerodinámicos asociados con el desarrollo de un vehículo terrestre capaz de viajar de forma razonablemente segura hasta una velocidad tan elevada son grandes. El equipo del proyecto BLOODHOUND SSC ha tenido que combinar de un modo nunca antes intentado ideas avanzadas de tecnología tomadas de la ingeniería de los coches de carreras de Fórmula 1, la del sector aeronáutico, y la del campo astronáutico.
Encabezando el proyecto están Andy Green, actual recordista mundial y primero que condujo un vehículo supersónico en tierra (en 1997), que será el piloto del nuevo auto, y Richard Noble, que es el director del proyecto y fue el recordista anterior a Green.
El automóvil BLOODHOUND SSC mide unos 13 metros y medio de largo. Pesa 7 toneladas y media cuando está lleno de combustible. Su forma aerodinámica le da el aspecto de un avión supersónico sin alas. Sus dos ruedas frontales van por dentro, mientras que las dos traseras están montadas por fuera aunque protegidas por carenados. El control del vehículo recae en el piloto, como en cualquier coche de carreras. Su propulsión es el resultado de una combinación sin precedentes entre un motor cohete y el motor a reacción que actualmente se utiliza en el avión militar Eurofighter Typhoon. Gracias a ello, el automóvil dispone de una potencia de más de 135.000 caballos de fuerza, más de 6 veces la potencia de todos los coches juntos sobre la parrilla de salida en una carrera de Fórmula 1.
Desde que los redactores de NCYT de Amazings escribimos nuestro artículo sobre el inicio del proyecto (que publicamos el 26 de noviembre de 2008 en http://www.amazings.com/ciencia/noticias/261108e.html) éste ha avanzado mucho, y recientemente el desarrollo de las ruedas, elemento fundamental, ha alcanzado una etapa de madurez con el comienzo de las pruebas en una de las ruedas que, si todo va bien, será una de las que llevará el vehículo en el intento de alcanzar las mil millas por hora previsto para 2015.
El camino a seguir para el diseño y la fabricación de las ruedas no estaba nada claro en 2008. El desafío era fabricar la rueda más veloz de la historia, una que pudiera rotar a 10.200 rpm, o sea dar 170 vueltas por segundo, lo que genera una fuerza centrífuga que equivale a 50.000 veces la fuerza de la gravedad en la Tierra. De entre los muchos diseños y materiales considerados, la opción finalmente adoptada ha sido la de una rueda hecha con una aleación especial de aluminio.
La pista seleccionada para intentar que el BLOODHOUND SSC alcance las mil millas por hora está en Verneukpan, una llanura de sal, fruto de un antiguo lago salino desecado, o salar, que, con el acondicionamiento y revisiones de seguridad pertinentes, reúne los requisitos necesarios para el ambicioso intento. Este singular lugar, Verneukpan, en Sudáfrica, fue el escenario de otro intento de alcanzar un récord de velocidad en automóvil, el realizado por el piloto Malcolm Campbell en 1929. (NCYT)
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