miércoles, 19 de agosto de 2015

Los océanos están condenados a acidificarse aunque se extraiga CO2 de la atmósfera

Las emisiones actuales se están diluyendo y depositando en los fondos marinos de donde serán muy difíciles de sacar

POR MIKE ORCUTT - TRADUCIDO POR TERESA WOODS

En caso necesario, sería posible prevenir los efectos centenarios del calentamiento global mediante la extracción de dióxido de carbono directamente de la atmósfera. Pero incluso si no funciona esto, no cuentes con evitar otra consecuencia, a menudo ignorada, de la quema de combustibles fósiles: la acidificación de los océanos.

Una proporción importante del dióxido de carbono que añadimos a la atmósfera se acaba disolviendo en los océanos, lo que provoca que el agua se vuelva más ácida. Las consecuencias medioambientales son amplias y aún no se acaban de comprender, pero está claro que la acidificación daña los organismos cuyos esqueletos o conchas contengan carbonato de calcio, como el coral, los mariscos y ciertos tipos de plancton.

Durante los últimos años, la idea de poder combatir el calentamiento global mediante el desarrollo de tecnologías capaces de eliminar directamente grandes cantidades de dióxido de carbono de la atmósfera ha ido ganando fuerza (ver ¿De verdad se puede absorber el CO2 de la atmósfera?). El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático destacó en su última evaluación que los proyectos de eliminación de dióxido de carbono pueden ser necesarios para evitar peligrosos cambios climáticos (ver El IPCC propone tecnologías inmaduras para impedir un desastre climático). Además de construir máquinas que capturen el gas del aire, otro enfoque consiste en cultivar biomasas para combustible para después capturar y almacenar las emisiones producidas al quemarlo.

Los autores de un nuevo estudio examinaron varios escenarios que dan por hecho que tras varias décadas más de altas tasas globales de emisiones, el mundo empezará a eliminar grandes cantidades de dióxido de carbono (al menos la mitad de las emisiones anuales actuales) de la atmósfera. En todos los escenarios estudiados, concluyeron que las emisiones pasadas "dejan un legado sustancial en el hábitat marino", sobre todo en el océano profundo. Estos efectos duran siglos. En otras palabras, en lo que a los océanos concierne, la extracción de dióxido de carbono no debería considerarse como una alternativa al cambio rápido a sistemas energéticos bajos en carbono.

"Mucha gente se comporta como si emitir CO2 ahora y extraerlo más tarde equivale a no haberlo emitido nunca a la atmósfera", dice Ken Caldeira, un científico sénior del Instituto Carnegie de las Ciencias de la Universidad de Stanford (EEUU). Por supuesto, es mejor extraerlo de la atmósfera que dejarlo, aclara. En ese supuesto es cierto que las aguas superficiales de los océanos se volverían menos ácidas. "Pero es mejor no introducirlo ni siquiera, porque parte del carbono llegará a las profundidades de los océanos, y de allí se tardaría mucho, mucho tiempo en extraerlo de nuevo", afirma.

Algunos investigadores están empezando a discutir planes potenciales de geoingeniería dirigidos directamente a revertir la acidificación de los océanos: por ejemplo, minerales de silicato o carbonato podrían añadirse al agua para neutralizar la acidez de forma química. Según un informe reciente del Consejo Nacional de Investigaciones, no existen pruebas de que añadir alcalinidad a las aguas del océano produzca "efectos deletéreos"

A escala global, no parece que este enfoque sea demasiado viable, puesto que incluiría un volumen de minería y aplastamiento de rocas cada año que sería muchas veces mayor que la cantidad de carbón producido anualmente. Recurrir a este enfoque a una escala más pequeña – por ejemplo en una bahía que contenga una barrera de coral – podría ser sensato e incluso crítico para la protección de ciertas especies de organismos marinos, según Caldeira. "Pero la idea de que vas a limpiar así todo el océano es impracticable". (MIT)

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