jueves, 7 de agosto de 2014

La exposición prolongada a ruido excesivo también altera el cerebro

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Es bien sabido que estar expuesto demasiado tiempo a un volumen de sonido demasiado alto provoca sordera, pero ahora los resultados de un nuevo estudio indican que además puede alterar cómo el cerebro procesa el habla, incrementando potencialmente la dificultad de distinguir los sonidos de ésta.

La investigación, realizada por el equipo del Dr. Michael Kilgard, de la Escuela de Ciencias Conductuales y Cerebrales de la Universidad de Texas en Dallas, Estados Unidos, demuestra por primera vez cómo la pérdida auditiva inducida por el ruido afecta al reconocimiento de los sonidos del habla por el cerebro.
Este tipo de pérdida auditiva es muy común, alcanzando a individuos de todas las franjas de edad. En el caso de Estados Unidos, se estima que afecta a un 15 por ciento de personas de entre 20 y 69 años.

La exposición a sonidos extremadamente altos provoca daños permanentes en las células ciliadas, que actúan como receptores del sonido en el oído. Una vez dañadas, las células ciliadas no vuelven a crecer, lo que conduce a una sordera de magnitud variable según el nivel de daños.
Antes del nuevo estudio, no se tenía una idea clara de los efectos directos de la sordera sobre cómo el cerebro responde al habla.

Trabajando con ratas afectadas por sordera moderada o severa, los investigadores observaron cómo los dos tipos de pérdida auditiva afectaban a la zona de su cerebro que procesa sonidos y que equivale a una región del cerebro humano útil para procesar sonidos relacionados con el habla. El examen se hizo mediante el registro de la respuesta neuronal en la corteza auditiva un mes después de la exposición al ruido. La corteza auditiva, una de las áreas principales que procesan los sonidos en el cerebro, está organizada sobre una escala, como un piano. Las neuronas de un extremo de la corteza responden a los sonidos de baja frecuencia, mientras que las neuronas del extremo opuesto reaccionan a las frecuencias más altas.

En el grupo con pérdida auditiva severa, menos de un tercio de los puntos de la corteza auditiva que fueron probados, y que normalmente responden al sonido, reaccionaron a la estimulación. Además, en los lugares que sí lo hicieron, hubo patrones inusuales de actividad. Las neuronas reaccionaron más despacio, los sonidos tenían que ser más potentes y las neuronas respondían a rangos de frecuencia más estrechos de lo normal. Además, las ratas no podían distinguir entre ciertos sonidos, algo que sí hacían antes de su disminución de capacidad auditiva.

En el grupo con pérdida auditiva moderada, el área de la corteza que respondía a los sonidos no cambió, pero la reacción de las neuronas sí. Una zona más grande de la corteza auditiva respondió a los sonidos de baja frecuencia. Las neuronas que reaccionaban a frecuencias más altas necesitaban una estimulación sonora más intensa y respondían más despacio que aquellas en animales con audición normal. A pesar de estos cambios, las ratas aún eran capaces de distinguir entre los sonidos que las otras ratas ya no podían diferenciar. (NCYT)

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