Una de las principales conclusiones que el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (del inglés, IPCC) dio a conocer la semana pasada fue que tenemos que emitir menos de un billón de toneladas de carbono para poder tener una oportunidad real de limitar el calentamiento global a 2 °C. Pero hay un problema: la tecnología no avanza lo suficientemente rápido como para que esto suceda.
Aunque la cifra del billón de toneladas para el aumento de temperatura mencionado, incluso un nivel menor de calentamiento también podría causar daños significativos, aunque los humanos, probablemente, sobrevivan a niveles más altos. Al margen de esto, dicha cifra ejemplifica claramente aquello sobre lo que la mayoría de los científicos del clima advierten para evitar un cambio climático grave.
Desafortunadamente, se estima que este volumen de emisiones se alcance en tan solo 27 años. Aunque si dichas emisiones mantienen su tendencia a la alta, esta tasa podría alcanzarse incluso antes. Para evitarlo, es necesario reducir las emisiones de dióxido de carbono en un 2,5% al año a nivel global, según datos de los científicos del clima en la Universidad de Oxford (Reino Unido). Aunque, a apriori, la reducción de esta cifra parece parece asumible, se vuelve complicada según los patrones actuales de emisiones.
Una de las transiciones energéticas más notables de la historia tuvo lugar a principios de la década de los años 70, cuando Francia pasó de obtener un 1% de su energía a través de fuentes nucleares hasta llegar al 80% en tan solo 30 años. A medida que sustituyó las plantas de combustión de fósiles por otras nucleares, el país redujo las emisiones en solo un 2%, según explica el codirector del Laboratorio de Derecho y Regulación Internacional de la Universidad de California en San Diego (EEUU) David Victor. Para no superar el límite, el mundo entero tendría que someterse a una transición similar y hacerlo aún más rápido.
Para EEUU, por ejemplo, este proceso es una carrera de obstáculos debido a las dificultades que presenta el país para construir este tipo de centrales energéticas, aunque su transición hacia la energía de gas natural a partir del carbón está estimulando el proceso. Junto a los efectos de la recesión económica, el aumento del uso de gas natural supuso una reducción de las emisiones de dióxido de carbono del 6,7% en 2009, muy por encima de la tasa necesaria para evitar la emisión de un billón de toneladas.Sin embargo, las emisiones aumentaron un 3,8% el año siguiente. Durante los últimos 10 años, de media, las emisiones han disminuido un 1% al año.
Una continua evolución hacia el gas natural podría ayudar a sostener el ritmo de disminución en Estados Unidos por un tiempo. Pero la energía procedente del gas natural es, en última instancia, un callejón sin salida. Logra reducir las emisiones a la mitad en comparación con el carbón, pero aún así emite CO2.
"Las emisiones sostenibles de carbono fósil a largo plazo son esencialmente cero", asegura el profesor de ciencias de geosistemas en la Universidad de Oxford (EEUU), cuya investigación ha ayudado a establecer la cantidad del billón de toneladas.
Allen no cree que sea necesario cerrar todas las centrales de combustibles fósiles, pero sí cree que hay que capturar y almacenar el CO2. Sin embargo, hasta ahora, la tecnología que podría implicar la captura de este gas procedente de plantas de energía para después inyectarlo en depósitos subterráneos no se ha podido desarrollar a gran escala. El profesor considera que "serán necesarias décadas para si los depósitos tienen derrames o no, y esa información no estará disponible hasta que se despliegue a gran escala", señala. Sin embargo, solo están previstas algunas demostraciones decaptura y almacenaje de carbono (CAC), y muchas de ellas probablemente no sigan adelante (ver "Modos más económicos de capturar dióxido de carbono"). La Agencia Internacional de la Energía ha advertido de que las demostraciones "no van a buen ritmo".
A menudo la energía renovable es considerada como un modo de reducir las emisiones de carbono a largo plazo. Pero, a pesar del rápido crecimiento en los últimos años, lsa energías eólica y solar solo suponen alrededor del 4% de la electricidad en Estados Unidos, y no será fácil alcanzar niveles mucho más altos. Cuanta más energía eólica y solar se añada a la red, más dinero tendrán que gastar las compañías eléctricas para hacer frente a su intermitencia. En este sentido, la energía eólica tampoco alcanza una cuota de cero emisiones, ya que, por lo general, requiere del uso de energía de reserva procedente de centrales eléctricas de gas natural.
Para dificultar las cosas aún más, habrá que hacer cambios no solo en el sector de la energía, sino también en el transporte, donde no existen alternativas como la energía nuclear. Aunque las centrales nucleares pueden ofrecer el mismo tipo de energía uniforme y predecible que las de combustibles fósiles, aún no es posible comprar un coche de cero emisiones que tenga el mismo rendimiento que uno de gasolina.
Probablemente lo que más se acerque sea el Model S de Tesla, pero las recargas no tienen tanta autonomía como los coches de gasolina (425 kilómetros frente a aproximadamente 560 kilómetros), además, la red existente de opciones de carga en EEUU requieren varias horas para recargar (ver "Tesla está a la cabeza de la innovación en los coches eléctricos"). El coche también cuesta 80.000 dólares (casi 60.000 euros), lo que significa que muy pocas personas se lo pueden permitir. Y, en todo caso, no es realmente un vehículo de cero emisiones, ya que funciona con energía de la red eléctrica, que proviene en gran medida de combustibles fósiles.
Si la energía de la red consiguiera ser mucho más limpia en las próximas dos décadas, en 2030 los vehículos eléctricos alcanzarían un nivel de emisiones de alrededor de un tercio respecto a los automóviles de gasolina, ya que hay que tener en cuenta las emisiones de las centrales, según señala un análisis reciente del profesor de ingeniería mecánica en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, en EEUU) John Heywood.
Para Heywood, si se tienen en cuenta las limitaciones de rendimiento y los costes de los vehículos eléctricos, es poco probable que pronto empiecen a utilizarse de forma general. Por el contrario, considera más realista pensar que los coches actuales serán cada vez más eficientes gracias a las regulaciones de economía de combustible, y las emisiones se reducirán a la mitad. Pero eso no sucederá hasta el año 2050, en parte porque los coches con la tecnología existente se mantendrán en las carreteras durante décadas.
Reducir las emisiones de una forma más inmediata requerirá, por tanto, que la gente conduzca menos, o que esperen menos de sus vehículos. "Es muy difícil porque hay que cambiar el comportamiento de la gente", asegura Heywood. Probablemente ocurre lo mismo con la reducción de emisiones en todo el sistema económico.
Sin embargo, no se trata únicamente de limitar las emisiones a un billón de toneladas, lo que actualmente parece un objetivo inalcanzable para la humanidad. Lo más importante es saber qué cantidad adicional de carbono se va a emitir, puesto que hay varios billones de toneladas que siguen bajo tierra, a la espera de ser extraídas y quemadas
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