domingo, 1 de junio de 2014

Manglar Can Gio regresa a la ‘vida’ tras ser por más de 30 años un desierto de arena y sal en guerra de Vietnam

Manglar Can Gio regresa a la ‘vida’ tras ser por más de 30 años un desierto de arena y sal en guerra de Vietnam
“APENAS QUEDABA UN ÁRBOL EN PIE”

El bosque de manglar de Can Gio, convertido en un desierto de arena y sal por los defoliantes usados durante la guerra de Vietnam, ha vuelto a la vida gracias a un programa de reforestación y la atención de sus cuidadores.

"La biodiversidad actual es casi la misma que antes de la guerra. Esto era difícil de pensar cuando comenzamos a replantar en 1978: las 40.000 hectáreas del bosque eran un desierto y apenas quedaba un árbol en pie", rememora Le Duc Tuan, secretario ejecutivo de la reserva de la Biosfera de Can Gio, reconocida por la UNESCO por su alto valor ecológico.

Este bosque pantanoso en el que se mezclan agua dulce y salada y donde conviven 700 especies animales ejerce de pulmón para Ho Chi Minh (antigua Saigón), situada a penas a 50 kilómetros y la urbe más poblada del país con siete millones de habitantes, al tiempo que la protege ante la subida del nivel del mar.

Peces, moluscos y crustáceos pueblan sus aguas y coexisten con reptiles, aves y mamíferos, como los macacos, hasta hace poco confinados en una zona adecuada para el turismo y presentes en casi todo el bosque.

"Después de la caída de Saigón en 1975, el gobierno municipal estaba decidido a recuperar los espacios verdes y especialmente Can Gio, que es el más grande. En los tres primeros años se replantó a un ritmo de 4.000 hectáreas al año; elegimos una variedad de árbol particularmente resistente y que crece con facilidad", recuerda Le Duc Tuan.

El Gobierno reclutó a jóvenes voluntarios para ir a la provincia de Ca Mau, 400 kilómetros al sur de Ho Chi Minh, para recolectar las simientes.
"Traíamos 2.000 toneladas todos los años desde los manglares de Ca Mau. Se tardaba dos semanas en ir en busca de las semillas y volver", afirma el científico, que apenas tenía 23 años en aquel entonces.

A partir de 1981, el ritmo de replante bajó a 2.000 hectáreas anuales y en 1990 incluyeron otras especies para aumentar la biodiversidad.
En el año 2000, se dio por finalizada la reforestación, el mismo año en que la UNESCO reconoció Can Gio como reserva de la biosfera.

El mayor reto de los guardas forestales es ahora reducir la densidad del bosque para permitir que los árboles crezcan hasta alcanzar su altura máxima, de unos 30 metros. Fuentes: EFE

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