El hallazgo –primero en el mundo– se consiguió al estudiar 16 especies de avispas sociales con diferentes formas de mandíbulas, pertenecientes a las colecciones del Instituto de Ciencias Naturales de la U.N. en Colombia.
La identificación de este rasgo evolutivo en las avispas fue llevada a cabo por los integrantes del Laboratorio de Sistemática y Biología Comparada de Insectos, el Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la Universidad Nacional de Colombia, la bióloga Diana Sofía López y el profesor Carlos Eduardo Sarmiento, después de indagar sobre la mecánica de las mandíbulas de estos insectos.
La relación entre estas mandíbulas y el velcro se da porque las avispas cuentan con una serie de dentículos en la membrana que, al entrecruzarse, la sostienen sin que intervengan los músculos de contracción. De esta forma, estas pequeñas estructuras adhesivas les permiten mantener la boca cerrada y ahorrar energía.
De acuerdo con investigadores del ICN, el trabajo se desarrolló por el interés que genera la alta precisión con que estos insectos construyen sus nidos a partir de materiales como corteza de madera masticada o barro.
Según el profesor Sarmiento: “las avispas se paran frente a un tronco y comienzan a rasparlo (de manera similar al proceso de cardado de la lana de las ovejas), mastican lo que lijan y adicionan secreciones de sus glándulas con las que forman el material base para hacer su refugio”.
El objetivo de la investigación era analizar cómo las avispas logran desempeñarse de una manera tan fina y eficiente con materiales tan delicados como los de los avisperos, a través de su estructura mandibular.
Luego de observar con microscopía electrónica de barrido (técnica que permite apreciar con mayor facilidad texturas y objetos en tres dimensiones) unas espinas muy pequeñas y uniformes, encontraron que estas presentan muchas formas.
Según el profesor Sarmiento “los pelos, que se ven como ganchitos, están dispuestos de manera que cuando la mandíbula se cierra, se entrelazan y conectan de forma similar a lo que sucede con el velcro”. Es así, como los minúsculos ganchos se enredan y vuelven a separarse gracias a unas glándulas que liberan un lubricante en la membrana.
En este sentido, el valor agregado del proceso es que la boca se mantiene cerrada sin contraer los músculos, lo que ahorra energía y permite invertirla en otras acciones, como por ejemplo, en la recolección de material para la construcción de sus nidos.
Para los investigadores de la U.N., el trabajo fue posible gracias a la biodiversidad del país. La riqueza biológica facilitó hacer comparaciones entre los miembros de todo el grupo y averiguar cómo evoluciona esta característica.
“Uno de los hallazgos importantes es que ni el clima ni la región donde habita el insecto tienen nada que ver con esta particular característica física, pues es una adaptación evolutiva propia de las especies”, concluyó el investigador.
Con este trabajo, publicado en la revista científica Naturwissenschaften en 2013, se espera abrir las puertas para explorar nuevos enfoques investigativos sobre las particularidades evolutivas de los insectos. (Fuente: UN/DICYT) vía NCYT
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