lunes, 18 de febrero de 2013

Los extraños mamíferos fósiles sudamericanos

Esperanza Cerdeño en
Quebrada Fiera, Mendoza.
Foto: Gentileza investigadora
No sólo de dinosaurios vive la paleontología: los mamíferos compartieron hábitats con esos reptiles y aprovecharon su desaparición para pasar a dominar la Tierra. Después de muchos millones de años, fósiles como los de Quebrada Fiera, provincia de Mendoza, son un ejemplo de los raros mamíferos sudamericanos que vivieron en otras épocas.


Por Esperanza Cerdeño*

Cuando la gente fuera del ámbito de trabajo me pregunta a qué me dedico y digo que soy paleontóloga, la primera reacción es “¡ah, sí, los dinosaurios!”, independientemente de la edad del interlocutor. Ahí empieza la tarea de explicar que los fósiles no son sólo los grandes y famosos dinos, sino que hay un espectro amplísimo de organismos que habitaron la Tierra desde muchos millones de años (Ma) antes y hasta muchos después, que cuentan la historia de la vida a lo largo de 600 Ma y más.

Durante bastante tiempo de mi vida profesional fue relativamente fácil hacer entender que estudiaba rinocerontes fósiles porque lo raro, entonces, no eran los animales en sí – aunque pudieran ser pequeños y sin cuernos -, sino explicar que eran muy comunes en España en otras épocas.

La cuestión se complicó cuando me trasladé a Argentina, porque hasta acá nunca llegaron los rinos – ¡no dinos! -, probablemente debido a que la conexión entre América del Norte, donde sí había, y América del Sur ocurrió cuando los rinocerontes norteamericanos ya estaban en franco declive y prácticamente extintos.

En consecuencia, debí buscar otro tema de trabajo distinto al desarrollado hasta entonces y así me embarqué en el estudio de los ungulados – mamíferos que desarrollan pezuñas – nativos sudamericanos. Este grupo incluye un gran número de formas muy diferentes, aunque con rasgos comunes que permiten relacionarlas.

¿Cuál es el problema ahora al contar lo que hago? Sencillamente, que estos mamíferos no tienen representantes actuales que den una idea rápida de lo que estamos hablando y hay que buscar semejanzas aparentes con los ungulados conocidos, que abarcan desde vacas o caballos hasta ciervos, rinocerontes, jabalíes y muchos otros. Pero enseguida tengo que aclarar que no tienen nada que ver con ellos.

Esto se debe a que el subcontinente sudamericano estuvo aislado durante muchos millones de años y favoreció la evolución de grupos muy particulares, sin contacto con los que se desarrollaban en otras áreas, como América del Norte, Asia, Europa y África, que sí mantenían entre sí conexiones geográficas más o menos amplias y continuas.

Aunque estudio fósiles de distintas familias de ungulados nativos de diferentes zonas geográficas y edades geológicas, mi investigación actual se centra en una asociación faunística del sur de Mendoza, de la localidad conocida como Quebrada Fiera, correspondiente al Oligoceno tardío, es decir de hace unos 25 Ma.

En esa época, la cordillera de los Andes no se había elevado y el clima era diferente. Entre los restos encontrados de estos mamíferos herbívoros que tienen nombres muy raros, se incluyen, entre otros, los hegetoterios tan pequeños como conejos; notohípidos, con aspecto de un caballito del tamaño de un perro grande; leontínidos, que doblan en tamaño a los anteriores; piroterios, con el aspecto y la talla de un elefante mediano; y homalodoterios, quizá los más parecidos a mis conocidos rinocerontes. A ellos les acompañaban depredadores como marsupiales carnívoros y grandes aves corredoras, los fororracos.

Toda esta fauna no tiene relación directa con los animales que conocemos hoy y su estudio nos permite establecer relaciones de parentesco con otros de su grupo encontrados en áreas como Patagonia y Bolivia, detectar cambios evolutivos y delimitar su expansión geográfica. De esta forma, podemos conocer bien la biodiversidad y el ambiente de Mendoza en tiempos pasados. Quizá, algún día, una película llegue a hacer a estos mamíferos tan famosos como a otros fósiles.

* Esperanza Cerdeño es investigadora independiente del CONICET en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA), de Mendoza.
Se formó como licenciada y doctora en Ciencias Biológicas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

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