UN TESORO ARQUELÓGICO
Por primera vez, restos de un barco mercante del siglo XVIII serán presentados en sociedad en la Antigua Casa del Virrey Liniers en Buenos Aires. Mientras tanto, los arqueólogos están investigando el origen del material encontrado y buscan explicaciones sobre su misterioso hundimiento.
Roxana Salguero (Agencia CTyS) – Una pequeña aldea, sólo eso era la Buenos Aires del 1700. Lo más importante era su puerto, por donde llegaban, principalmente desde España, los productos para la vida cotidiana de sus escasos habitantes. Los barcos mercantes traían objetos de cerámica, cuchillos, pipas y hasta sogas, un tesoro para los arqueólogos que quieren reconstruir cómo era la vida de la antigua ciudad porteña.
En 2008, arqueólogos del Área de Patrimonio del Gobierno de la Ciudad hallaron un barco español del siglo XVIII que se hundió misteriosamente en las inmediaciones de la antigua Aduana. Hoy está siendo investigado a partir de reconstrucciones y planos 3D de su estructura.
“No se trata de un Galeón; estos datan del siglo XVII, no del XVIII. Las características de construcción, anatomía y forma son muy distintas. El nombre del tipo de barco, además del casco, la arboladura, el velamen del palo mayor y las jarcias, entre otras cosas, hacen a su diseño y denominación. Una embarcación con cascos iguales, pero con palos distintos, tienen nombres diferentes”, detalla a la Agencia CTyS Javier García Cano, Arquitecto y especialista en Patrimonio Cultural Subacuático.
Por primera vez en Argentina se estudian y exhiben piezas de una embarcación comercial, ya que hasta ahora sólo se había priorizado la investigación y reconstrucción de naves de guerra o de la corona española.
Uno de los hallazgos más importantes fue un tipo de cerámica española clara, que hasta ahora solamente se había encontrado en Cuba. Las vasijas de este material contenían residuos de carosos de aceitunas, alquitrán y resina de pino. Además, durante las excavaciones, se rescataron cerámicas procedentes de la India, Holanda y España, así como vasijas, botijos y pipas de distintos colores según el lugar de origen.
Un histórico hallazgo
Los especialistas recuperaron y están restaurando materiales metálicos de la propia embarcación, como clavos, remaches, arandelas, argollas, pernos, chavetas y también, cuatro cañones y varias piezas curvas, cuya utilidad se desconoce.
“Todavía no se pudo establecer la finalidad y procedencia del metal de algunas raras piezas curvilíneas. Es un hierro raro del norte de Europa, pero no se puede establecer con exactitud de qué país”, puntualiza el arqueólogo.
Por otro lado, las 29 piezas de pipas halladas proceden de la India, Afríca y de Holanda, porque contienen cerámica caolín, también conocida como porcelana de pasta dura, un material que se fabrica con tierra fina y grisácea extraída de las minas de esas regiones.
Los investigadores también analizaron los anillos de crecimiento de la madera y las piezas metálicas del navío para ratificar su antigüedad. A las muestras de roble de la embarcación se le practicarán estudios de anatomía vegetal para conocer el lugar de fabricación.
Entre los objetos encontrados, se hallaron marcas que identifican su procedencia, como por ejemplo una flor de lis en el talón de una de las pipas que remite a un origen holandés. En otra excavación, realizada hace dos años en la calle Bolívar, ya se habían encontrado utensilios con inscripciones similares.
Una de las curiosidades fue el hallazgo de una tabla de madera con un dibujo de la misma marca que aparece en una de las colecciones de pipas. Según los arqueólogos, pudo ser tallada por algún marino ya que, en esa época, debían tener mucha destreza con el cuchillo. “Estos tipos de descubrimientos permiten abrir la imaginación acerca de cómo sería la vida en esta nave que cruzaba el Atlántico hace tres siglos”, relata García Cano.
En esa misma línea, otra de las hipótesis que manejan los investigadores es que la imagen, tal vez, la hizo un tripulante que se encontraba castigado en el sótano de la embarcación. Pero nunca se podrá saber con certeza, es otro de los tantos misterios que esconde el navío.
La difícil tarea de conservación
Uno de los problemas para los restauradores fue la manera de conservar el barco, porque la mayoría de las técnicas son costosas y, además, resultaba difícil el mantenimiento de su estructura completa. “Se le hizo un tratamiento de preservación con químicos, para que esté a disposición de futuras generaciones, se le incorporaron censores y se lo volvió a enterrar, en un lugar que es propiedad del territorio nacional”, afirma el arqueólogo acuático.
Para reducir la degradación del material, se recreó la situación anaeróbica y de humedad que tenía la embarcación al momento del hallazgo. Antes de volver a enterrarla, los investigadores tomaron muestras de todos los materiales y realizaron reconstrucciones y planos 3D de la estructura.
Aunque el barco volvió a dormir en las profundidades de Buenos Aires, sus objetos revelarán el misterio de su hundimiento y seguirán aportando respuestas a los interrogantes sobre la vida en esa pequeña aldea porteña del siglo XVIII.
En 2008, arqueólogos del Área de Patrimonio del Gobierno de la Ciudad hallaron un barco español del siglo XVIII que se hundió misteriosamente en las inmediaciones de la antigua Aduana. Hoy está siendo investigado a partir de reconstrucciones y planos 3D de su estructura.
“No se trata de un Galeón; estos datan del siglo XVII, no del XVIII. Las características de construcción, anatomía y forma son muy distintas. El nombre del tipo de barco, además del casco, la arboladura, el velamen del palo mayor y las jarcias, entre otras cosas, hacen a su diseño y denominación. Una embarcación con cascos iguales, pero con palos distintos, tienen nombres diferentes”, detalla a la Agencia CTyS Javier García Cano, Arquitecto y especialista en Patrimonio Cultural Subacuático.
Por primera vez en Argentina se estudian y exhiben piezas de una embarcación comercial, ya que hasta ahora sólo se había priorizado la investigación y reconstrucción de naves de guerra o de la corona española.
Uno de los hallazgos más importantes fue un tipo de cerámica española clara, que hasta ahora solamente se había encontrado en Cuba. Las vasijas de este material contenían residuos de carosos de aceitunas, alquitrán y resina de pino. Además, durante las excavaciones, se rescataron cerámicas procedentes de la India, Holanda y España, así como vasijas, botijos y pipas de distintos colores según el lugar de origen.
Un histórico hallazgo
Los especialistas recuperaron y están restaurando materiales metálicos de la propia embarcación, como clavos, remaches, arandelas, argollas, pernos, chavetas y también, cuatro cañones y varias piezas curvas, cuya utilidad se desconoce.
“Todavía no se pudo establecer la finalidad y procedencia del metal de algunas raras piezas curvilíneas. Es un hierro raro del norte de Europa, pero no se puede establecer con exactitud de qué país”, puntualiza el arqueólogo.
Por otro lado, las 29 piezas de pipas halladas proceden de la India, Afríca y de Holanda, porque contienen cerámica caolín, también conocida como porcelana de pasta dura, un material que se fabrica con tierra fina y grisácea extraída de las minas de esas regiones.
Los investigadores también analizaron los anillos de crecimiento de la madera y las piezas metálicas del navío para ratificar su antigüedad. A las muestras de roble de la embarcación se le practicarán estudios de anatomía vegetal para conocer el lugar de fabricación.
Entre los objetos encontrados, se hallaron marcas que identifican su procedencia, como por ejemplo una flor de lis en el talón de una de las pipas que remite a un origen holandés. En otra excavación, realizada hace dos años en la calle Bolívar, ya se habían encontrado utensilios con inscripciones similares.
Una de las curiosidades fue el hallazgo de una tabla de madera con un dibujo de la misma marca que aparece en una de las colecciones de pipas. Según los arqueólogos, pudo ser tallada por algún marino ya que, en esa época, debían tener mucha destreza con el cuchillo. “Estos tipos de descubrimientos permiten abrir la imaginación acerca de cómo sería la vida en esta nave que cruzaba el Atlántico hace tres siglos”, relata García Cano.
En esa misma línea, otra de las hipótesis que manejan los investigadores es que la imagen, tal vez, la hizo un tripulante que se encontraba castigado en el sótano de la embarcación. Pero nunca se podrá saber con certeza, es otro de los tantos misterios que esconde el navío.
La difícil tarea de conservación
Uno de los problemas para los restauradores fue la manera de conservar el barco, porque la mayoría de las técnicas son costosas y, además, resultaba difícil el mantenimiento de su estructura completa. “Se le hizo un tratamiento de preservación con químicos, para que esté a disposición de futuras generaciones, se le incorporaron censores y se lo volvió a enterrar, en un lugar que es propiedad del territorio nacional”, afirma el arqueólogo acuático.
Para reducir la degradación del material, se recreó la situación anaeróbica y de humedad que tenía la embarcación al momento del hallazgo. Antes de volver a enterrarla, los investigadores tomaron muestras de todos los materiales y realizaron reconstrucciones y planos 3D de la estructura.
Aunque el barco volvió a dormir en las profundidades de Buenos Aires, sus objetos revelarán el misterio de su hundimiento y seguirán aportando respuestas a los interrogantes sobre la vida en esa pequeña aldea porteña del siglo XVIII.
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